lunes, 4 de marzo de 2013

GENTE TÓXICA


No hace mucho, mientras hojeaba y ojeaba (las dos) GENTE TÓXICA, de Bernardo Stamateas, se me ocurrió hacerle una foto a la portada y subirla a Instagram y a Facebook.

Por la cantidad de likes y comentarios que recibí, entendí que todos estamos rodeados por gente malrollera que nos hace la vida imposible.

Hay una cantidad de gilis por habitante?

O todos somos gilis de alguien?

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Lo que tengo claro es que hay gilis que nos imponen, y para poneros un ejemplo os hablaré de Merceditas:


Merceditas era una señorita de cuarenta y tres añitos, que no había catado varón.
Amante de los perros. (Pero MUY amante, a nivel: tengo las cenizas de mi difunto perro en la estantería junto a mi difunto padre... y no, no es una metáfora)

Se dedicaba a gritarme de malas maneras porqué yo había salido un sábado hasta las siete de la mañana cuándo ella se levantaba a ésa hora para ir de voluntaria a una perrera.

Que sí.

Que me parece magnífico y muy significativo que dediques tu tiempo a un voluntariado.

Pero chata, que yo no haga lo mismo que tú no me hace peor persona, creo yo.
Y si ésto fuera así, la Cruz Roja sería un comando terrorista.

Que despreciaba el trabajo de todo el equipo porqué lo suyo era lo más importante y más complicado de realizar.

Cuándo la despidieron pusieron a una becaria a hacer ese trabajo, digno de un ingeniero de la Nasa, su trabajo y quince más, porqué claro, la pobre becaria se aburría dándole al mismo botón durante horas.

Ella vivía con su madre. No cocinaba. Ni hacía la compra. Ni cogía un trapo.
Tampoco se maquillaba. Vestía con la misma ropa que compró veinte años atrás en el Galerías Preciados, y por el olor que emitía cabía la posibilidad que aún se lavara con arena como los Romanos.
Pero se metía en las conversaciones de los demás. Y sabía más que nadie, y todo lo que tu vestías, contabas o comprabas era incorrecto.
Su forma de NO hacer las cosas era mejor que la tuya.


Era una triste.

Su triste vida no era una elección. Ella decía que sí, que era muy feliz. (los cojones)
Pero no soportaba que los demás fuéramos a tomar una caña al salir.
Si venía algun compañero (macho) a mí mesa, se las veía venir para atraer la atención del sujeto. (léase se ponía toa perraca)

Luego, por supuesto, se dirigía al director a contar que media oficina se pasaba por mi mesa. (ojo, no que me los pasaba por la piedra, eh? que sólo hablábamos!, y para más pena de trabajo)

Gracias a Dios, el dire, nos invitaba a todos a desayunar y nos descojonábamos un rato.


Por muchos aspectos de su vida era una desgraciada.
Un ser que te despierta compasión por su vida triste y solitaria.
Pero era tan mala e hija de puta que todo lo bueno que se le puede dar a una persona que no ha sabido buscarse la vida o no ha tenido suerte prefieres invertirlo en una escobilla de wáter.

Aún así, sabiendo que su vida era gris y que tan sólo era amargura, a mí me intoxicaba.
Me envenenaba su desprecio, sus malas caras y me dejé dominar.
Hasta tal punto que dudé en seguir en la empresa con tal de no verle la cara.

Es díficil de creer la cantidad de gente que me he encontrado que sin saber cómo, me han anulado mis superpoderes y he sido incapaz de plantarles cara.

Supongo que por pena.

O por educación.

Y al final la intoxicada he sido yo.

En fín...



Hay otros gilis, que no nos vienen impuestos, pero sin saber muy bien porqué, los escogemos.

Eso otro día que me he enredado aquí con Merceditas y se me acaba el folio.










5 comentarios:

  1. conozco el libro y creo que sí, el número de gilis por metro cuadrado puede ser apabullante. Supongo que hay que hacer un poco de caso Stamateas y poner en prácticas las estrategias para dejar de hacer de hermanitas de la caridad con todos los gilis del planeta, que si nos dan pena, que si probrecitos, de si han tenido mala suerte y no pueden ser de otra manera...¡pero es que con tanta compasión, empatia y permisividad las únicas gilis reales acabamos siendo nosotras mismas!

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  2. Amén hermana!
    El problema es que estamos hechos de otra pasta. Y esas cosas no sabemos hacerlas.
    Es cierto, hay que replantearse quién es el gili aquí...

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  3. yo no soy como Merceditas, vaya por delante, pero sí, lo confieso, soy voluntaria los fines de semana en una protectora de animalesl... pero ya te digo, de triste, nada...

    biquiños,

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    1. Y te admiro por eso! Es que ella lo llevaba a terrenos incomprensibles...

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  4. el libro me interesa mucho, tomo nota.

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